VATICANO, 12 Mar. 16 / 02:27 pm (ACI).- Este 13 de marzo se cumplen
tres años de la elección pontificia del Papa Francisco, con este motivo el
Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico
Lombardi hizo una remembranza y reflexión sobre este breve tiempo en el cual el
Papa ha hecho “comprender a muchas personas – sea dentro o ‘fuera’ de laIglesia – que Dios
los ama, los quiere, les perdona sin cansarse”.
“Cuando escuché el anuncio del Cardenal Tauran por
la baranda de San Pedro quedé sin palabras. Sabía que el anuncio del nombre del
nuevo Papa me habría emocionado, pero no a aquel punto. Era un jesuita, mi
hermano, pero no lo conocía sino indirectamente, aparte de un brevísimo
encuentro en los días precedentes, en los corredores de la Congregación general
de los cardenales antes del Cónclave.
También si en algún momento su nombre estuvo entre
los papables, no lo había nunca considerado, porque para un jesuita está fuera
de lo previsto una nómina a obispo o a cardenal, ¡menos Papa! Después del
anuncio, quien metía la nariz en mi oficina se imaginaba encontrarme jubiloso
porque el Papa era un hermano mío y quedaba sorprendido por mi perplejidad.
Pero no era feliz ni triste por esto, estaba simplemente estupefacto.
El nombre, ¡y qué nombre!
Estaba en mi oficina en la Sala de Prensa y en la
sala de conferencias los colegas esperaban mi primer comentario. Me quedé sin
habla…después me armé de valor y dije las dos cosas que me eran claras y que
sentía que debía poner de relieve como grandes novedades: el nombre Francisco
–por primera vez– y el hecho que era latinoamericano.
Elegir un nombre que nadie había todavía elegido
–¡y qué nombre!– indicaba una libertad, un coraje y una clareza formidables.
Pobres, cuidado de la creación, paz, como habría explicado el Papa pocos días
después. La proveniencia del ‘fin del mundo’ llevaba naturalmente en sí una
perspectiva nueva, un punto de vista diferente sobre las situaciones y
preguntas de la humanidad y de la Iglesia en el mundo de hoy, que no habría
faltado hacerse sentir. Me parece que no me he equivocado.
Confieso que las otras novedades de aquella noche o
de los días sucesivos –vestimenta, modo de presentarse al pueblo, viajar en bus
junto a los demás, autos compactos…– no me parecían cosas chocantes: fuertes
pero espontáneas. En esto me era relativamente fácil reconocer al hermano
jesuita.
En los días siguientes las novedades no faltaron y
gradualmente también comprendí poco a poco la personalidad del nuevo Papa. Por
ejemplo, hubo un tiempo en que continuaba pensando que, tomando mayor
conciencia del nuevo trabajo y de varias exigencias prácticas, habría decidido
regresar a usar el apartamento papal o por lo menos una decisión diferente a
Santa Marta. Pero no era así.
La determinación de cambiar no solo el lugar, sino
también los equilibrios consolidados del sistema organizativo de la vida del Papa, de las relaciones con
sus colaboradores, era al inicio la más firme y clara que me hubiera imaginado.
No siempre fue fácil aprender a ‘convertirse’ a su nuevo estilo, a su
espontánea libertad de expresión, a sus encuentros personales y sus llamadas
telefónicas…; pero gradualmente comprendimos y apreciamos sus motivos y su gran
valor. Muchos ‘alejados’ lo comprendieron más rápidamente que nosotros los
‘cercanos’.
Santa Marta y las otras novedades
Pero las novedades eran también en el estilo de la
relación personal del pastor con los otros, con la gente. La novedad de
la Misa matutina
en Santa Marta, con un bello grupo de fieles y con una homilía que habríamos
pronto aprendido a atender con gran interés cada día, y el saludo personal al
final con cada uno de los presentes.
La capacidad de implicar a los asistentes al
Ángelus o a las celebraciones, interpelándolos directamente e invitándolos a
responder o a rezar juntos… La libertad del gesto y sus expresiones tocaban
inmediatamente, pero en profundidad, el corazón de la gente. En este sentido
una de las primeras experiencias importantes que hizo personalmente fue en la
Misa de la Cena del Señor, el primer Jueves Santo, en la cárcel
de menores de Casal del Marmo.
Según el uso litúrgico habitual se estaba previendo
que el lavatorio de pies sería hecho solo con varones jóvenes. Me permití hacer
llegar al Papa un mensaje discreto sobre el malestar de los jóvenes y el
capellán, y la respuesta fue prácticamente inmediata. Como todos sabemos lavó
también a muchachas y musulmanes, como había ya hecho en Buenos Aires…
Personalmente y como sacerdote, el aspecto que más
me ha llamado la atención del nuevo pontificado es el hecho de que el Papa
Francisco llegó, en tiempo breve, a hacer comprender a muchas personas –sea
dentro o ‘fuera’ de la Iglesia– que Dios los ama, los quiere, les perdona sin
cansarse. Lo dijo y lo ha repetido infinitas veces desde los primeros días.
Todos hemos sufrido mucho la imagen de una Iglesia
adusta y severa, del ‘no’ más bien que del ‘sí’, alzada sobre preceptos
prevalentemente negativos y fuera de tiempo. Sabíamos bien que era una imagen
injusta, completamente diversa de aquella que buscábamos decir y testimoniar;
pero el clima cultural dominante andaba en aquel sentido y nosotros no
alcanzábamos a cambiarlo.
Sinodalidad: Caminar juntos
Me parece que el Papa Francisco lo ha logrado en
modo muy eficaz y esto me ha dado una alegría muy grande y profunda. Y no fue
solo un aspecto pasajero de su servicio: el Jubileo de la Misericordia alarga y
profundiza el mensaje del amor, del perdón, de la reconciliación: lo reafirma y
lo hace pasar a través de innumerables puertas en todos los ángulos del mundo,
a comenzar no en Roma, sino en Bangui, de las periferias llevada al centro
espiritual del mundo…
El Papa Francisco habla de ‘sinodalidad’, vive en
primera persona la condición del creyente en camino y pone a la Iglesia en
camino, para que salga siempre de sí y vaya a las periferias, para que seamos
‘discípulos misioneros’. Renovó profundamente el método y el espíritu de las
asambleas del Sínodo de los obispos, puso en camino una ‘reforma’ de la Curia
romana que no se sabe bien cuándo culminará… pero esto no es un caso, porque lo
más importante es que nos ponga en camino confiándose en el Espíritu del Señor,
sin querer nosotros mismos prefigurar dónde y cuándo debemos arribar.
Francisco es ciertamente valiente y confiado,
camina en la fe y en la esperanza. Para vivir serenamente y gozosamente con él
su pontificado se debe buscar de participar en esta actitud, de lo contrario
nos podemos sentir turbados o temerosos, o sentirnos bloqueados e incapaces en
el recorrer y en los territorios nuevos pastorales, sobre todo si se trata de
temas complejos y delicados como los de la familia y las
relaciones ecuménicas…
Cultura del encuentro
Una de las palabras del Papa Francisco que me
sonaron nuevas y que me tomaron un tiempo comprender, fue la ‘cultura del
encuentro’. Luego comprendí que para él el encuentro concreto entre las
personas es fundamental. Encuentro con Dios, encuentro personal con Jesús en
primer lugar, pero también encuentro con sus colaboradores, con los líderes
religiosos, con los responsables de los pueblos, no al encuentro con cada
persona a la búsqueda de una palabra de confort o cercanía (¡sus llamadas
telefónicas! Obviamente un gota en la miles de quien le quisiera recibir, pero
en todo caso un mensaje ejemplar para todos).
Hice varias veces, siempre con la confianza de ser
bien comprendido, una pequeña comparación entre el modo en el cual Benedicto y
el Papa Francisco me han hablado de sus coloquios con los jefe de estado que le
visitaban. Benedicto: la concisa, precisa y excepcionalmente lúcida indicación
de los temas tratados. Francisco: las características de la persona humana y
las actitudes del interlocutor. Ambos acercamientos de extraordinaria
profundidad. En Francisco el encuentro con la persona concreta se resalta en
plena y prioritaria evidencia.
Ciertamente los encuentros del Papa Francisco son
una de las vías maestras de la presencia dinámica de la Iglesia también a nivel
ecuménico, interreligioso e internacional. Basta pensar en los múltiples
encuentros del Papa con el Patriarca ecuménico Bartolomeo, el reciente
encuentro con el Patriarca de Moscú Kirill, o la nueva línea de relaciones
ecuménicas con el mundo evangélico pentecostal representado, por ejemplo, por
su amigo el pastor Traettino di Caserta, o la anunciada participación en la
celebración de los 500 años de la Reforma en Lund (Suecia). La conocida amistad
con el rabino Abraham Skorka y el musulmán Omar Abboud y el triple abrazo
delante del Muro de las Lamentaciones: ¡un signo nuevo y fuerte!
A nivel internacional, el clamoroso acercamiento de
Cuba y Estados Unidos fue ciertamente propiciado en parte por el carisma de
Francisco y su impulso en la dirección de la reconciliación entre los pueblos.
¿El evidente y varias veces afirmado deseo de
alcanzar el encuentro también con China podrá convertirse al fin en realidad?
Ciertamente Francisco no esconde el hecho de que empuja en esa dirección. Cree
en la fuerza del encuentro antes aun que en las mesas de negociación. Así sirve
personalmente al dialogo y la paz.
Una referencia para todos
En el tercer año del pontificado el Papa Francisco
ha viajado a todos los continentes, menos Oceanía (Asia, Europa, África,
América Latina y el Caribe, América septentrional) respondiendo a las
expectativas de los pueblos pero siempre dispuesto y atento a sus gestos y
palabras. Había ya hablado al Parlamento europeo, el 2015 habló a los
movimientos populares como al Congreso americano, y a las Naciones Unidas en
Nueva York y en Nairobi.
Publicó una encíclica, la Laudato si’, que
interceptó con amplitud de horizontes y equilibrio las grandes preguntas
cruciales de la humanidad y del cuidado de la ‘casa común’, colocando su
crítica radical de la ‘cultura del descarte’ en un contexto de responsabilidad
y reflexión global, atenta a la ciencia, a la razón humana, a la visión
religiosa de la persona humana y del mundo.
La autoridad del Papa Francisco ha adquirido una
dimensión verdaderamente ‘global’, respetada universalmente y capaz de dar un
verdadero servicio de orientación a la humanidad en camino.
En tres años sucedieron muchas cosas. Un camino que
continúa en la escucha del Espíritu más que en proyectos y estrategias humanas.
No nos olvidemos por tanto de rezar por el Papa Francisco, como él nos pide
cada día”.
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