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Santa María Magdalena, Apóstol de Apóstoles, primera en ver el sepulcro vacio y en escuchar que Jesús Resucitó |
VATICANO, 10 Jun. 16 (ACI).- El Cardenal Robert Sarah, Prefecto de
la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el
Vaticano, emitió hoy un decreto en el que, siguiendo la voluntad del Papa
Francisco, establece que la memoria litúrgica de Santa María Magdalena que se
celebra el 22 de julio, se eleve al rango de fiesta.
En la Misa y en el oficio divino que se celebrarán a partir de ahora ese
día, se utilizará los textos habituales del Misal Romano y la Liturgia de las
Horas, pero la celebración de la Misa contará con un prefacio proprio titulado
“de apostolorum apostola” (Apóstol de los apóstoles).
La decisión de elevar al rango de fiesta la celebración de Santa María
Magdalena servirá para “reflexionar más profundamente en la dignidad de la
mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia
divina”, explica el Arzobispo Arthur Roche, Secretario de la Congregación para
el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
En declaraciones al diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, el
Prelado recuerda que fue San Juan Pablo II quien en su documento Mulieris
dignitatem se refiere a Santa María Magdalena como “ejemplo de verdadera y
auténtica evangelizadora, es decir, de una evangelizadora que anuncia el
mensaje gozoso central de la Pascua”.
María Magdalena, recuerda el Arzobispo, “es la primera en ver el
sepulcro vacío y la primera en escuchar la verdad sobre su resurrección. Cristo
tiene una especial consideración y misericordia por esta mujer que manifiesta
su amor hacia Él, buscándolo en el jardín con angustia y sufrimiento”.
Por ello, el Papa ha querido que la celebración litúrgica de esta Santa
“tenga el mismo grado de fiesta dado a la celebración de los apóstoles en el
calendario romano general y que resalte la especial misión de esta mujer, que
es ejemplo y modelo para cualquier mujer en la Iglesia”, concluye Mons. Roche.
Quien es Santa Maria Magdalena
El nombre
de María Magdalena se deriva de Magdala, una población situada sobre la orilla
occidental del mar de Galilea, cerca de Tiberíades, en la que el Señor encontró
por primera vez a aquella mujer. San Lucas hace notar que era una pecadora
(aunque no afirma que haya sido una prostituta, como se supone comúnmente).
Cristo cenaba en casa de un fariseo donde la pecadora se presentó y al momento
se arrojó al suelo frente al Señor, se echó a llorar y le enjugó los pies con
sus cabellos. Después le ungió el perfume que llevaba en un vaso de alabastro.
El fariseo interpretó el silencio de Cristo como una especie de aprobación del
pecado y murmuró en su corazón. Jesús le recriminó por sus pensamientos. Le
preguntó en forma de parábola cuál de dos deudores debe mayor agradecimiento a
su acreedor: aquél a quién se perdona una deuda mayor, o al que se perdona una
suma menor. En el capítulo siguiente, San Lucas, habla de los viajes de Cristo
por Galilea, dice que le acompañaban los apóstoles y que le servían varias
mujeres.
Entre ellas figuraba María Magdalena, de la que había arrojado
"siete demonios". También se recuerda a María Magdalena por otros
episodios. En la hora más oscura de la vida de Cristo, María Magdalena
contemplaba la cruz a cierta distancia. Acompañada por "la otra
María", descubrió que alguien había apartado la pesada piedra del sepulcro
del Señor. Fue ella la primera persona que vio, saludó y reconoció a Cristo
resucitado. María Magdalena, la contemplativa, fue el primer testigo de la
resurrección del Señor, sin la cual vana es nuestra esperanza. El Hijo de Dios
quiso manifestar la gloria de su resurrección a aquella mujer manchada por el
pecado y santificada por la penitencia. La tradición oriental afirma que
después de Pentecostés, fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan y
que murió ahí. Pero, según la tradición francesa adoptada por el Martirologio
Romano y muy difundida en occidente, María Magdalena fue con Lázaro y Marta a
evangelizar la Provenza y pasó los treinta años de su vida en los Alpes
Marítimos, en la caverna de la Sainte Baume. Poco antes de su muerte fue
trasladada milagrosamente a la capilla de San Maximino, donde recibió los
últimos sacramentos y fue enterrada por el santo.
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