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Bendición con el Santísimo Sacramento en Corpus Cristi |
VATICANO, 26
May. 16 / 12:33 pm (ACI).- El Papa Francisco presidió esta tarde en la
Basílica de San Juan de Letrán la Misa por la Solemnidad del Corpus
Christi, en la que recordó que desde el comienzo la Eucaristía ha sido centro y
forma de la vida de la Iglesia.
Además
invitó a recordar "también a todos los santos y santas –famosos o
anónimos–, que se han dejado ‘partir’ a sí mismos, sus propias vidas, para
‘alimentar a los hermanos’.”
A
continuación el texto completo de la homilía:
«Haced esto en memoria mía» (1 Co 11,24.25).
El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere
por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la
Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última
Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo;
tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el
que instituyó el memorial de su Pascua,
por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros:
es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero
que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus
discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a
la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una
multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de
comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con
el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos
peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto:
que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay
además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y
venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los
distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer»
con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de
un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la
salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn
6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños
gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús
el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del
«haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por
nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás.
Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de
identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al
partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén:
«Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la
Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la
Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o
anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para
«alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de
cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos,
y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuantos ciudadanos responsables, se han
desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres,
marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto?
Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que
también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos
a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria
de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para
«partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta
ciudad y por el mundo entero.
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